Enamórate de un tuitero -o tuitera-, pero no de cualquiera.

Intentaré poneros en situación ayudada por la metáfora, así que hablaré de Twitter y os haré una confesión: no me llevo bien con él, tenemos una relación amor-odio de manual. ¡Sí, así es! Twitter me viene grande, o quizá sea todo lo contrario: yo no quepo en él. Lo intento, de veras que lo intento,  lo he intentado y probablemente lo seguiré intentando, pero sinceramente: me cuesta. Reconozco que soy yo la que tiene el problema, en este caso es el medio el que no me sirve (o yo no sirvo al medio), por lo tanto, me quedo fuera. Hablo de mí porque me es más fácil, pero a muchos nos ocurre y no sólo en Twitter. ¿Cuántos de vosotros estáis en Twitter sin participar, siendo sólo “scrolladores de fondo”? La mayoría. Yo soy una experta “scrolladora de fondo”, de ahí que mi número de favs supere con creces al de mis tweets, como en la mayoría de vuestros casos. Pero ahí sigo, ahí seguimos, porque tan así es que siempre algo interesante y diferente encontramos, o porque quizá queramos estar ahí por algún otro motivo. En cualquier caso, Twitter es una fábrica de audiencias, un espacio donde el Trending Topic del momento puede generar miles de tweets con –por desgracia- no demasiadas variantes. Aun así, nosotros elegimos: hacemos RT y damos fav a todo aquello con lo que nos sentimos identificados, y así et voilà: hay ganador de la mañana. O de la tarde. O del medio día. Pero ahora pregunto ¿cuántos de vosotros supera la barrera del “scroll de fondo”? ¿Cuántos sigue a alguien con quien no comparte la mayoría de sus opiniones? Eso no nos sirve, ¿verdad? Simplemente molesta. ¿Cuántos de vosotros interactúa con completos desconocidos? Es más, ¿quién quiere interactuar con un desconocido si ya lo puedo hacer con mis amigos? Claro, mis amigos, los que tienen mis mismos gustos, conocemos los mismos chistes, vamos a los mismos sitios de cervezas y vemos las mismas películas de zombies y tiros.

 

tumblr_n6i5kjRJxO1r8bxs1o1_500

«Pierrot Le Fou», Jean-Luc Godard, 1965

Leía en The Atlanthic que los periódicos y revistas digitales, desde que incluyen herramientas de medición de audiencias pueden saber con exactitud qué artículos son los más leídos, si son leídos al completo o solamente son leídos a medias, el tiempo que una misma persona permanece en cierta sección o qué clase de suerte, aciertos o infortunios, corre un titular. Con los resultados obtenidos con estos pluggins se pone de manifiesto que la realidad es diametralmente opuesta a los resultados que han ido recogiendo los sondeos realizados hasta el momento y que se obtenían al preguntar directamente a los lectores cuáles eran sus principales intereses o preferencias a la hora de leer noticias. Es decir, que frente a un testimonio público que prefiere y elige noticias nacionales y políticas en primer lugar, nos topamos con la realidad de que lo que en primer lugar nos interesa son las fotos y gifs de gatos. El artículo intenta dar una explicación psicológica a este hecho, al porqué preferimos unas a otras, diciendo que todo es debido a la dificultad que encontramos a la hora de enfrentarnos ante eventos que necesitan más atención de nuestra parte, y que lo que ya nos es familiar, por su propia estructura de familiar, nos hace “surfear” con más fluidez sobre la noticia en cuestión.

Aquí, así, tendremos en cuenta dos premisas importantes: la primera: si el distribuidor de noticias, la editorial, la empresa, conoce las verdaderas preferencias de sus lectores puede modificar el contenido de sus periódicos o revistas en función de estas por la mera supervivencia de dicho medio, cuestión que podría llevar al deterioro de la calidad informativa o de investigación que deben tener los mismos, ya que, como demuestran estos sondeos, la audiencia fluye mejor fuera de las “noticias complicadas”. Y la segunda: la muestra de estos datos revela que la sociedad, tan globalizadamente comprometida y henchida de orgullo por esto, podría no estar tan implicada en los acontecimientos relevantes de nuestra época, al menos, no tanto, en lo ajeno; aunque pudiera ser común, en su acepción de comunitario, y así que lo solucionen los demás o en la de cotidiano, que por habitual pueda ganar en intrascendencia. Una sociedad más pasiva que compasiva.

Y de nuevo me encuentro con algunos de mis temas más comunes: comunicación, mercantilismo de nuestra sociedad e Internet. Y así, me doy de bruces directamente con lo hoy quiero señalar y sobre lo que tengo que quejarme: siempre hablamos de lo mismo.

Lógico es que ayer todos hablásemos de Felipe VI o que el día anterior nos pronunciásemos sobre la selección española: son temas que nos unen, como nos une la meteorología y un “he escuchado que mañana lloverá”;  temas que nos unen a todos porque todos, de algún modo u otro, tenemos una opinión que dar o algo que decir. Sin embargo, cada uno de nosotros tiene un interés especial en ciertos temas -supongo que por gustos o inquietudes personales- que ocupan bastante de nuestro tiempo y que no con cualquiera podríamos tratar. Por otra parte, es cierto que cuando un tema nos interesa o nos preocupa acabamos encontrando “señales” hasta en los escaparates de los chinos, pero sin ser mi obsesión de tal envergadura compruebo cómo algunos temas inundan conversaciones, revistas y hasta tweets sin que ninguna de estas exposiciones aborde el tema de manera especial o diferente, o más bien, sin que ninguna me aporte nada nuevo. Mi suerte es que encuentro textos que expresan magistralmente bien –y envidiablemente bien también- mis propias ideas, textos con los que consigo homologación de las mismas de mano de personas o personajes que tienen mi mayor respeto. Pero es una suerte que no sólo me alegra, sino que empieza a preocuparme.
tumblr_n6i5kjRJxO1r8bxs1o2_500

Anna Karina y Jean-Paul Belmondo

Y me preocupa por algo fundamental, y es que en medio de este mar de “homologación” de ideas y en este maremoto de sentencias firmes que sólo cambian de significado gracias a alguna voz discordante o que señala otros puntos a tener en cuenta, algo se nos escapa mientras nos damos palmaditas en las espaldas y nuestros egos quedan atiborrados. ¿Hasta qué punto una sociedad vaga, tanto imprecisa como indolente, influye en los contenidos de nuestros medios -tradicionales o nuevos- de conocimiento o información? Más concretamente ¿están en España estos medios y sus colaboradores tan sometidos a las modas imperantes como para no publicar trabajos más profundos o novedosos? ¿o es que de tanto “hablar” ya está dicho todo? Doy por hecho que la moda manda, y doy por hecho que al servicio de ella están todas las empresas que quieran sobrevivir en el mercado; pero también doy por hecho que existen trabajos merecedores de ser publicados y que por poca demanda no tienen ese espacio para ellos; y por supuesto, no todo está dicho. Afortunadamente hay quien encuentra hueco, y además bien grande, en esta abarrotería “ilustrada” siendo todo lo que no son la mayoría, quien siempre aporta una visión diferente, y quien va más allá de lo que la demanda mande. Simplemente es porque este alguien es bueno, es bueno en lo que hace, y probablemente sea alguien que marque el paso y no quien siga el paso marcado.

Puede –lo sé- que esté mezclando conceptos, que esté hablando de cosas diferentes desde un mismo eje, pero es que tanto el afán de reconocimiento de autores y medios, como el de reconocimiento de ideas paralelas y familiares de los que no nos dedicamos a ello en ellos, y también, la felicidad embriagadora de este reconocimiento que Internet ofrece para esta sociedad global pero necesitada de acervo, nos empuja dolorosamente, en cierto modo, a igualarnos pero a la baja. No sé si es cuestión de carácter cultural, humano, simplemente una moda, o a qué será debido, pero tenemos para una sociedad que quiere leer novelas de amor, autores de Cincuenta sombras de Grey, y para estos autores, una sociedad que no ha leído a Nabokov.

Termino con más metáforas y un consejo: parece ser que es sólo por amor por lo único que a veces se mueve el mundo, así que enamórate de un tuitero interesante, verás como intentas romper la barrera del scroll  de fondo y aunque nada llegue a más que un deseo o una ensoñación, al menos, aprenderás cosas nuevas.

Deja un comentario