Combustionar como forma de vida

La ineptitud que muestras ante una persona es directamente proporcional a la admiración que sientes por ella.

Esta es una ley no escrita que todos entendemos si recurrimos a la memoria y repasamos nuestros encuentros con la persona que nos gusta: risa floja, repetición de palabras sin sentido, olvidar datos importantes, como por ejemplo el motivo por el cual has ido a buscarla,  más risa floja, silencios, toda elocuencia perdida; vamos, todo un desastre . Y luego, intentando remediar lo irremediable,  queremos solucionar esa mala impresión desde el escudo de protección que nos ofrecen los móviles y ordenadores, en las redes sociales por si nos lee o escribiéndole un mensaje de lo menos espontáneo para remediar nuestro encuentro fatal. ¡Todo un alarde de valentía!

Hoy he encontrado por Twitter a alguien que se mostraba ante mí de ese modo, supongo que en esa ocasión era a él al que le gustaba yo y a mí no me gustaba ni un poco. Para mi sorpresa tiene unos muchos de miles de followers y en su biografía añade títulos de lo más pomposos y -para mí- ridículos. Ahora que lo pienso, en mi currículo amoroso podría constar hoy un «TuitStaR», ¡qué triste! Es como esa escena de La grande belleza donde el protagonista pregunta a la mujer que ha conquistado a qué se dedica y ella le contesta «soy rica», pues en este caso igual: «soy TuitStar», sólo que con esto último el dinero brilla por su ausencia, o al menos, no sólo por eso se tiene. Sin embargo, tanto igual es para la rica serlo, como para el TuitStar serlo, ambos son lo que son y lo que sus respectivas vidas le permiten decir lo que son. Es más, si lo pensamos bien, hoy por hoy somos mucho más lo que decimos que somos que en ningún otro momento de la historia de la humanidad.

Mary Pickford en The Poor Little Rich Girl , 1917

La era virtual, Internet, las redes sociales, es un tema recurrente en mi blog, tema que me apasiona tanto como -a veces- me espanta, y es debido a ese tema que el ser humano se enfrenta de una manera nueva al eterno «ser o no ser» shakespeariano que muta al «ser o parecer». Porque en todo espacio virtual está operando un -o un yo– que se desvía de un -o un yo– real, es decir, que en el espacio virtual somos unos y fuera somos otros; o dicho de otro modo: parecemos lo que no somos. Al menos, a priori.

Si Facebook es el nuevo patio de vecinos, donde el «corre ve y dile» viene de la mano de tus propias publicaciones («mirad lo que hago, lo feliz que soy, lo triste que me encuentro, lo mucho que me importa el Amazonas»), Twitter es «la fiesta a la que no he sido invitado» y necesito hacer amigos que me tomen por invitado. Pero aunque tanto uno como otro son prolongaciones de la vida no-virtual, en estos espacios se prostituye mucho más nuestro propio ser real, no sólo por reputación, sino por autoestima: cuantos más likes, favs, seguidores y enlaces compartidos, mucho mejor. Y claro, la subida de ego engancha y el ser espontaneo, como la combustión, es todo un mito.

Ahora bien, todo esto se desmonta si pensamos y lo vemos desde otro punto de vista: no es que no seamos lo que parecemos, sino que de tanto «parecer» se nos está olvidando «ser». ¿Muy filosófico? Os explico, es fácil. Internet y sobre todo las redes sociales son tildadas constantemente de su inmediatez y la pronta caducidad de cualquier comunicación, la hiperconectividad de personas que se encuentran en diferentes lugares del globo terráqueo o lo obsoleto de lo nuevo por lo más nuevo en cuestión de segundos, esto hace que el contacto con los demás internautas sea, como decía, de tal inmediatez que es casi como a un cara a cara. Pero en el casi está la diferencia. Esta comunicación cuenta con el mejor de los escudos protectores del mundo: nadie me ve. Y cuando nadie te ve es cierto que eres más tú -o más yo- pero también tienes más tiempo y recursos para que tu respuesta esté más preparada y tu disclamer sea casi una oda al mar azul añil y cobalto al atardecer en primavera. Y así parecer es mucho más en ti -o en mí- que ser, puesto que esta nueva forma de comunicación nos puede agudizar los sentidos para ello, pero nos los merma en el cara a cara. Estoy segura de que si en cualquier encuentro fatal de los que os hablaba antes fuera normal saludarnos por whatsapp, más de uno hubiera evitado el mal trago y los sudores.

tumblr_lnypm5P9dB1qlaa6wo1_500

Dicho esto me doy cuenta de que el reclamo no va tanto para vosotros, para todos,  como para mí misma. Estoy cansada de tanto parecer, de tanta histeria ante lo inesperado y de tanto whatsapp con un «¿te puedo llamar ahora?» en vez de que te llamen sin previo aviso. Cansada de un e-mail con malas excusas para un simple contacto por echar de menos o tener ganas. Y cansada de tener ganas de no tener ganas. Por eso este post se llama «Combustionar como forma de vida», que lo espontáneo se nos está olvidando demasiado y la ineptitud que pueda mostrar ante alguien se nos haga de lo más apetecible.

Deja un comentario